Antonio de Nebrija (1441-1522) fue, cronológicamente, el primer humanista hispánico. Célebre por su Gramática castellana (1492), primera gramática en una lengua europea moderna, fue el introductor del humanismo renacentista italiano en la Península Ibérica, en la temprana década de 1470.
Como polímata, trabajador incansable y hombre superdotado, sus campos de actividad no se limitaron a la filología de la lengua castellana y las lenguas clásicas (latín, griego y hebreo) sino que abarcaron amplias áreas culturales: Nebrija fue gramático, traductor, exégeta bíblico, docente, catedrático, lexicógrafo, lingüista, escritor, poeta, historiador, cronista real, pedagogo, impresor y editor. Sus textos versan sobre áreas tan diversas como el derecho, la medicina, la astronomía o la pedagogía. En su contexto histórico, el rigor de su trabajo era siempre científico, nunca especulativo. Su legado fue y es de enorme influencia no sólo en España sino también en Europa y América (las gramáticas europeas y la preservación de las lenguas indígenas amerindias o precolombinas, deben mucho a Nebrija).
Antonio Martínez de Cala y Xarana nació en la localidad sevillana de Lebrija en 1444, dentro de una familia de agricultores acomodaos. De su lugar de nacimiento, la antigua Nebrissa, tomó el apellido por el que sería conocido; a su nombre de pila sumó del de Elio, tomado de las lápidas romanas que había podido ver en su villa natal.
A los 15 años se traslada a Salamanca para cursar el bachillerato en Artes, estudios que incluían disciplinas como Lógica, Filosofía Natural y, de manera muy especial, gramática y literatura latinas. Pero, en ese tiempo, los estudiantes recibían también nociones de psicología, geografía o cosmología. Pese a que Nebrija fue, ante todo, un filólogo, un hombre de letras, esta formación científica se plasmó en diversas publicaciones a lo largo de su vida, y contribuyó a dar forma a su personalidad de humanista.
Su estancia en Italia marcaría profundamente el resto de su vida. En la Bolonia de los años 60 del siglo XV, entró en contacto con las ideas del humanismo y se familiarizó con la obra de autores que, como Lorenzo Valla o Angelo Poliziano, denunciaban la degeneración que había sufrido la lengua latina, y propugnaban la recuperación de la cultura clásica y la edición rigurosa de textos antiguos.
En mayo presenta la solicitud de licencia para ausentarse de Bolonia. A partir de este momento, Nebrija comienza a servir como secretario del Arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca.
El 6 de diciembre de 1470 se presenta en Bolonia la renuncia de Nebrija a su plaza.
De vuelta en España, regresa a Salamanca, donde inicia su carrera académica como lector de Elocuencia y Poesía, para, un año después, conseguir la Cátedra de Prima de Gramática. Desde ese puesto, se reafirma en su convicción de sobre la necesidad de mejorar la enseñanza de la lengua latina.
Esta certeza, y la ausencia de un manual que se ajustara a su método docente, le llevaría a elaborar la publicación que más reconocimiento le suscitaría: las Introductiones latinae.
Este librito de texto para el aprendizaje del latín salió de la imprenta en 1481 con una tirada de mil ejemplares que se agotaron muy pronto; su éxito fue tal que tanto en vida de su autor, como en años posteriores hasta el siglo XX, tendría numerosas ediciones y reimpresiones.
Pese a esta favorable acogida popular, o tal vez por ella, la cruzada del Nebrija a favor de un nuevo tipo de enseñanza del latín generó no pocos rechazos en el ámbito académico. Más que un obstáculo, esa oposición estimularía a su autor para ir ampliando sucesivamente el breve texto inicial.
El propósito de Nebrija con las Introductiones iba más allá del puramente didáctico. En su opinión, la degradación del latín contaminaba a todas los conocimientos que tenían esta lengua como soporte: desde el Derecho a la Medicina. Limpiar el latín de los artificios que a lo largo de la Edad Medía la habían convertido en una jerga casi incomprensible era una manera de, en palabras del filólogo, “desarraigar la barbarie”.
Este manuscrito copia la segunda edición, de 1485. Fue realizado para el Maestre de la Orden de Alcántara, don Juan de Zúñiga, y su interés principal reside en la magnífica miniatura a toda página del comienzo del texto, que representa al autor impartiendo una lección en casa de su protector.
Una aspiración que está en el núcleo del pensamiento humanista, y que se evidencia en la dedicatoria de la versión bilingüe de esta obra –las Introducciones latinas contrapuesto el romance al latín- que publicó en 1488, donde, entre otras cosas, defiende la enseñanza del latín porque en esta lengua está fundado el conocimiento del derecho, la medicina, “y de todas las artes que dicen de humanidad, porque son propias del hombre en cuanto hombre”. Una dedicatoria que para Francisco Rico constituye un “prólogo al Renacimiento español”.
Gracias al mecenazgo de Juan de Zúñiga, que había sido su discípulo, entre 1487 y 1504 Nebrija se libera de la docencia en la universidad para dedicarse de pleno a sus investigaciones, y mantener a su extensa familia; hacia 1478 se había casado con Isabel Montesinos de Solís, con la que tuvo siete hijos.
En este periodo, junto a la edición bilingüe de las Introductiones, publica en 1492 la Gramática sobre la lengua castellana, la primera que existe de una lengua romance.
Paradójicamente, esta obra no gozó de la extraordinaria acogida que había tenido su manual de latín, y apenas mereció atención hasta el siglo XVIII.
Ese mismo año aparece el Diccionario latín-español, y en 1495 el Vocabulario español-latín. El primero constaba de más de treinta mil vocablos, y el segundo superaba los veinte mil. Cada término en una lengua se correspondía con una definición en la otra de no más de un renglón de extensión. para el “latino-español” y más de veinte mil para el “español-latino”.
La diversidad de los intereses intelectuales de Nebrija se evidencia con la publicación, hacia 1503, de In Cosmographiae libros introductorium donde asume la visión de Ptolomeo que sitúa a la Tierra el centro del universo, estudia las diferencias en la magnitud de los días, e incluye un vocabulario de cosmografía.
La muerte de su protector, Juan de Zúñiga, obligó a Nebrija a regresar a Salamanca, donde asume de nuevo la cátedra a la que había renunciado.
De temperamento firme y orgulloso -que sus detractores calificaban de soberbio- y aunque siempre intentó mantener buenas relaciones con los poderosos, Nebrija tuvo que vérselas con la Inquisición. El motivo fue su disputa con el grupo de teólogos que participaban en la redacción de la Biblia políglota, del que el humanista formó parte a instancias del Cardenal Cisneros. Mientras que los teólogos consideraban que el texto de la Vulgata debía permanecer inalterable, Nebrija defendía que había que revisarlo. Gracias a la intervención de Cisneros pudo librarse de las actuaciones del inquisidor general de Castilla, Diego de Deza, que había ordenado confiscar sus trabajos.
En la Universidad de Salamanca, de cuya cátedra de Retórica tomó posesión en 1509, permaneció hasta 1513.
Ese año opositó a la cátedra de Prima de Gramática, que estaba mejor pagada que la que él ocupaba. La decisión del tribunal de otorgar el puesto a un joven desconocido supuso un duro golpe para Nebrija que, agraviado, decidió abandonar tanto la ciudad de Salamanca como su universidad.
Tras permanecer en Sevilla un tiempo breve, el cardenal Cisneros le concede en 1514 la Cátedra de Retórica de la universidad de Alcalá de Henares. Expresión del respeto que Cisneros tenía por Nebrija fue la carta en la que exhortaba al rector de esa universidad a que “lo tratase muy bien (…), y que leyese lo que él quisiese, y si no quisiese leer que no lo leyese; que esto no lo mandaba dar por que no trabajase, sino por pagarle lo que le debía España”.
Pese a que Nebrija tenía ya setenta años, en modo alguno se tomó las amables palabras de Cisneros como una licencia para la inactividad.
Hasta el final de sus días mantuvo su espíritu investigador, y siguió publicando obras sobre autores clásicos o las Sagradas Escrituras, que de nuevo le generó problemas con la Inquisición. De este periodo final, su obra más importante son las Reglas de Orthographia de la lengua castellana, que se publicó en 1517.
Fiel a su compromiso como el saber, Antonio de Nebrija siguió trabajando hasta su muerte, que se produjo en Alcalá de Henares el 2 de julio de 1522.
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